Blog con pensamientos, poemas de mi entera creación. Nunca olvides que siempre existe alguien en peores condiciones que tú, ni tampoco que la única opinión que vale, es la propia :)

domingo, 13 de noviembre de 2011

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En aquella cama, con mi rostro hundido en la almohada de mi padre, pensé en que me sentía realmente cómoda en esa casa pequeña pero confortable, saber que mi abuela se encontraba a la par mía, acariciándome el cabello con verdadera ternura supe realmente que ese era “mi hogar”. No necesitaba una casa lujosa, tampoco un par de vestidos caros ni zapatos con tacón alto para hacer ver que era alta aunque no lo era, solo necesitaba la compañía de esos seres queridos que han estado presentes desde mi infancia, con los que me han visto crecer y decir mi primera palabra junto con mis primeros pasos. No  me quejo de mi infancia a pesar de no haberla pasado mucho con mi madre (no que recuerde) ni con mi padre debido a que trabajaba. Cuando mencionan mi infancia solo recuerdo a mi primo, con el que pasaba horas y horas jugando a que crecíamos, que cada uno formaba una familia o a imaginar que los animales de felpa que teníamos cobraban vida; a mi prima que a pesar de que es muy dominante no dudaba un minuto en brindarme su hombro para llorar, a mi abuela que con su sonrisa cálida me tranquilizaba y que cuando me veía hundida en un completo dolor, ella también lloraba. En mi tía que siempre me ha brindando su ayuda y me acogía como una hija.
En ese momento tan circunstancial, en mi infancia, no tengo recuerdo de mi familia de núcleo, ni con mi hermana ni con mi hermano, ni con mi padre ni mi madre; no diré que los culpo porque no lo hago, en ese momento, habían cosas más importante, como pagar la cuenta de luz o del agua, la del teléfono, cuidar que los hijos de los extremos no se matarán a golpes. Siempre había renegado que ellos no estaban conmigo pero me doy cuenta que tal vez, cuando llegué a esa edad lo entenderé, en la vida no siempre es necesario amar para ser feliz, se necesita de sacrificios y responsabilidades para poder llevar una vida completamente “normal”. Al levantarme de esa cama, y mirar a mi alrededor pienso que he pasado en esa casa tanto tiempo que me toma mucho trabajo dejar de llamarla “hogar”.
Recuerdo cómo fue que llego a faltar una pieza de una cómoda, los dibujos en una pared de fondo, las fotos, los recuerdos de una pintura vieja. Como hacíamos “guerra” con mi primo y mi hermana. Todos esos momentos los atesoro con recelo por la simple razón que mi corazón se niega a dejarlos a ir y no es que debo hacerlo pero me gustaría para dejar que me duela cada que estoy aquí. Es duro tener que dormir en una habitación de hotel, trasladar tus cosas de un lugar a otro, escuchar los sollozos de tu madre la mayoría de las noches, escuchar sus comentarios, sus anhelos de que regrese su ser amado. Ciertamente, he aprendido, que si tu deseas que una persona regresé a tu vida, debes de hacer sacrificios y dejar de ver las cosas siempre desde su perspectiva, molesta que falté cuando estás en problemas y que él espere que tú estés ahí siempre, molesta que no te escuchen más él espera que tu lo escuches, esto se trata de sacrificar, porque así como dicen “El que no está dispuesto a sacrificar, no está dispuesto a ganar nada”
Hay que tener un momento en nuestras vidas y reflexionar sobre las personas que verdaderamente merecen sacrificios y oportunidades, no aquellas que solamente esperan que te sacrifiques y que ellas no harían lo mismo por ti. Es cierto, cuando tu amas das y das y no esperas nada a cambio pero también se siente y si solo das y das y llega un momento en donde dices “¿por qué le doy tanto y él no me da nada?” es cuando llegan las dudas y la angustia de saber si se hacen las cosas correctas, llegan los “si hubiera…” No, los “hubiera” no existen. Tu camino se rige por las decisiones que tu tomas. Hay errores que te hacen crecer pero también los hay los que te marcan por toda una vida, llenándote de inseguridades y temores absurdos.
Una vez se me acerco a alguien, estaba cenando con mi mejor amiga en un restaurante, él tomo asiento y mi amiga tuvo que irse porque ya había pasado la hora de llegar a casa, yo tenía que esperar a que me llegaran a recoger y mientras tanto me quede a conversar con ese alguien que se me acerco, le hablaba de la vida y cuando di mi punto de vista sobre algo me contradijo, no me conocía en lo absoluto, yo le dije que no se necesitaba tener una cierta edad para tener madurez, tomó su vodka entre su mano y le dio un sorbo, para luego responder con una sonrisa cortés “Cuando eres mayor te das cuenta que es una frase que se dice por la inconformidad que tienes de tu edad y el anhelo de ser mayor y que te digan que eres madura” Ciertamente me indigne, nadie me había contradicho en una frase que decía desde el fondo de mi alma pero puede que tenga razón, quizás la digo por el anhelo de que me crean completamente madura pero más tarde, aprendí, que no se es madura por completo, que por tener una cierta edad no siempre serás maduro. Lo que te hace ser maduro son las decisiones que llegas a tomar en un momento determinado de tu vida, las actitudes que tomas ante una situación, la perspectiva de lo que deseas de la vida pero también, el aceptar las opiniones de los demás. Puede que ese chico no compartiera mi perspectiva pero no por eso he de odiarle, me indigne pero esa misma noche, viendo el techo de mi habitación, la comprendí y la respete, no la comparto pero la respeto, es su perspectiva.
Escribo estas líneas como un medio para desahogarme pero sé que también alguien está pasando por lo mismo, no con exactitud pero estas palabras la ayudarán para un momento de apoyo incondicional porque, al final, las palabras que siempre duran son las que están escritas con una pluma y sobre un papel.